Entre suicidarse o dejarse matar

Lo de anoche no fue más que una nueva puesta en escena del teatro que los de Unai vienen representando desde hace meses sobre el cesped de Mestalla. Este equipo sabe desenvolverse como pez en el agua en terreno ajeno, se diría que el aficionado valencianista está cumpliendo algún tipo de castigo, ver algo bueno en Mestalla se está convirtiendo en poco más que una quimera.

El arreón inicial de los valencianistas prometía una noche de mascletá para celebrar el día de reyes, pero se quedó en simples fuegos artificiales, en una anecdótica traca, tan efímera y poco productiva como explosiva y ruidosa.

A los veinte minutos todos presagiabamos lo que iba a ocurrir y es que no hace falta ser muy sabios, basta con haber visto algunos partidos de la era II de Unai en Mestalla.

Unai tiene dos formas de jugar en Mestalla, la primera consiste en salir a atacar de forma descontrolada, sin importar lo más mínimo el aspecto defensivo; cuando aplica esta táctica, los partidos pueden caer de cualquier lado y suelen acabar con cinco o seis goles en el marcador, es la táctica de "salir a suicidarse". La segunda de las variantes consiste en atacar sin profundidad, sin abrir el juego por bandas, con un ritmo cansino y con dos mediocentros que adolecen de la velociad y la visión suficiente para jugar al primer toque. Cuando se aplica esta táctica, el equipo rival se acomoda atrás y defiende con orden, sabedor que en una contra puede marcar; es la táctica de dejarse matar. El equipo sabe que jugando así morirá, sucumbirá ante rivales inferiores simplemente por dejadez de algunos jugadores que estan en otras cosas ajenas a lo futbolístico, soberbia de un entrenador que se niega a rectificar cuando debe y un poco de empeño del rival. El Valencia de ayer no se suicidó, eligió dejarse  matar.


Y así de simple les resultó a los gallegos llevarse el partido y encarrilar la eliminatoria. Bastó con no perder la compostura, mantenerse arropados atrás, presionar un poquito la salida del balón de Marchena y Banega y una vez recuperado, dárselo a Guardadado que se encargó de recordarle a Miguel aquello de que al fútbol hay que jugar todos los días y no solo cuando uno se quiere reconciliar con la afición.

Con dos goles de ventaja Unai introdujo dos cambios, entraban Fernandes y David Silva; sin duda, junto a la entrada de Vicente la mejor noticia de la noche. Fernandes jugó al ralentí, habrá que darle algua oportunidad para que coja el ritmo pero creo que ni él ni Banega tienen un largo futuro en la ciudad del Turia.

Lo de Silva es otro cantar, el mago necesita poco tiempo de adaptación sobre el campo, el canario no coge el ritmo del partido, lo impone y hace bailar al resto a su són. Marcó el gol que deja la puerta abierta a la clasificación, pero eso fue lo de menos, al fin y al cabo, de no haber tocado aquel balón, posiblemente hubiese acabado igualmente en el fondo de la  portería y se lo hubiese anotado Banega en su haber.

Silva le dio al equipo circulación de balón, sentido a las acciones, coherencia futbolística, todo eso de lo que el equipo adolece cuando juega en Mestalla. Pero no seamos ilusos, con el regreso de Silva no se arreglan todos los males. El problema de creación es grave y a esas alturas, mucho lamento decirlo pero, o Baraja coge su mejor forma y nos dedica una segunda vuelta como las de hace años o mucho me temo que lo visto ayer en Mestalla no variará un ápice en lo que resta de temporada.