Un diesel que no convence, pero vence

El Valencia se ha convertido en un equipo gris, que no tiene un patrón de juego definido, que en muchas fases de los encuentros no juega a nada, pero que de forma casi inexplicable se ha aliado con la diosa fortuna que, de forma casi permanente, desde hace semanas, esta de su lado.

El partido de ayer, en el Calderón, no fue más que la repetición de otros tantos. Los que nos aburrimos, hasta extremos insospechados, con este tipo de "no juego" nos estamos quedando sin argumentos ante la efectividad de los de Emery.

El equipo se crece ante las adversidades sin realizar nada especial. El caos defensivo invita al rival a golear, la inexistencia de un centro del campo fiable se ha convertido en un mal endémico; la delantera solo parece funcionar cuando presenta a la dupla Soldado - Aduriz sobre el campo y no siempre.


Pero las intervenciones de Guaita, los postes, las apariciones individuales de Joaquín ayer - que le puso la soga al cuello a su amigo Quique- o Tino Costa en otros momentos puntuales, son algunos de los motivos que hacen que este equipo se esté consolidando en la parte alta de la tabla.

El equipo valencianista se ha convertido en un experto en ganar partidos sin ofrecer buen juego, en revertir situaciones adversas, en doblegar a sus rivales en los últimos minutos de juego. El Valencia es un equipo diesel, que no convence pero vence.

Pese a la racha de siete victorias y dos empates yo sigo aburriéndome, pero claro, todo depende desde el lado del río desde el que se miren las cosas. En el Manzanares, además de aburrirse, las aguas bajan mucho más turbias que en el Turia.