Como el pasado domingo, el Valencia decepcionó en tierras andaluzas. Esta vez lo hizo ante el Cádiz, un equipo que otrora militó en la primera división pero que, desde hace años, vive épocas de sombras en las tinieblas de la 2ªB.
El Valencia se tomó el partido como en tantas otras ocasiones, con un relax excesivo que no hace más que igualar las fuerzas cuando por calidad y físico, el partido debía decantantarse del lado valencianista desde el primer minuto de partido.
No fue así y los suplentes demostraron el porque de su escaso protagonismo en el equipo. No hay hambre por ganarse un puesto, tal vez tenga que ver con que su sueldo no varia en función de los minutos jugados ni del rendimiento demostrado sobre el terreno de juego.
El Valencia lo deja todo para Mestalla confiando una vez más en que derrotarán al rival sin esfuerzo alguno, simplemente con el peso del murciélago que lucen en el pecho, sobre el corazón, ese mismo que le falta a este equipo. El equipo flaquea no solo en calidad sino en intención y en predisposición, y si nada lo remedia, a este paso, la temporada puede hacerse muy larga.
Estamos viendo a jugadores como Jonas o Pablo muy por debajo de su nivel; a otros, como Piatti o Parejo ausentes, sin demostrar la calidad que se les supone. Y a todos, faltos de motivación, exentos de pasión y sin hambre de triunfo.
Lo normal es que el equipo acabe por derrotar al Cádiz, pero aún así, una cosa queda clara, este no es el camino para ilusionar a una afición que ya esta harta de ver como temporada tras temporada el equipo aparece y desaparece con mayor intermitencia que el Guadiana, aunque a su entrenador todo le parezca música celestial

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