Como en tantas ocasiones, el Valencia saltó al terreno de juego con la sensación de que el murciélago en el escudo basta para llevarse la victoria. Este equipo, acostumbrado mantenerse en sus objetivos gracias a la ley del mínimo esfuerzo, cada cierto tiempo sufre una derrota como la cosechada hoy en el Ruiz de Lopera. No hay mucho que decir, ni siquiera cabe indignarse, es un dejavu constante, un bucle sin fin en el que cuando hay que dar la cara se bajan los brazos y se regalan partidos de forma incomprensible. Es la marca del Valencia, la constante maldita que evita que el equipo de ese paso que todos los aficionados esperamos y deseamos y que una y otra vez, por soberbia y por desidia, acaba en fracaso.
Unai puede volverse loco ensayando jugadas a balón parado, en defensa y en ataque; puede ensayar las acciones defensivas y de contragolpe una y otra vez; perder la paciencia rectificando la posición de sus jugadores sobre el campo, pero lo que no conseguirá jamás es imprimirle al equipo ese caracter ganador que hace que un equipo pase de querer cumplir el objetivo mínimo a desear morir en en campo antes que ceder una derrota.
Hoy el Valencia ha perdido ante un Betis que llevaba cosechado un solo punto de los últimos 30 que había disputado; un equipo que ha demostrado actitud pero poco más y al que el Valencia ha controlado al ralenti, sin despeinarse. Pero ni siquiera han metido la tercera para marcar el gol, ha sido el propio equipo andaluz quien ha encajado un autogol, y de esa jugada desafortunada ha querido vivir el equipo che.
Como en tantas ocasiones anteriores la desidia se ha acabado volviendo en contra del Valencia quien, en los minutos que van del 90 al 93, ha encajado dos goles de las botas de Rubén Castro y ha cedido tres puntos vitales para seguir la estela de Real Madrid y Fútbol Club Barcelona.
Precisamente hoy, cuando los dos de arriba se enfrentaban y una victoria suponía acercarse a uno de ellos o a los dos; cuando si o si se iban a recortar puntos con los de arriba. Y tal vez es eso lo que no quieren estos jugadores, entrar en la presión que supone acercarse a los grandes y que se les exija disputar la liga. La comodidad de la tercera posición a cierta distancia del liderato sirve de acomodo para algunos jugadores de la plantilla y de promoción para otros que llegan a Valencia como un paso intermedio en su carrera y sin la menor intención de hacer más de lo necesario para mantener su cartel y dar el salto a un grande.
No hay alma, no hay espíritu de equipo y las derrotas únicamente le duelen a la afición que, por otra parte, cada día está más acostumbrada a este tipo de descalabros. Pero no pasa nada, golear al Cádiz en Copa servirá para maquillar este nuevo desastre y cambiar el discurso, asegurando que el objetivo es hacer una Copa del Rey digna. Y nos pedirán que no exijamos tanto.
El VCF es la imagen de su entrenador, no por haberlo dicho mil veces deja de ser cierto
ResponderEliminarLo es y por eso, por mucho que cambien los jugadores, siguen ocurriendo las mismas cosas
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