Son tantas y tantas preguntas que el cualquier reflexión que quiera hacer el aficionado valencianista puede acabar pareciendo incompleta porque ninguna de las respuestas, por si misma, aporta la luz suficiente para entender el verdadero nivel del equipo que tenemos en la actualidad. Por mucho que se hagan preguntas, siempre queda la sensación de que hay más preguntas por responder.
Por eso, amigo lector, lo mejor es acudir a la raíz del problema, al origen y este se halla en la identidad del club: ¿quiénes somos?, ¿de donde venimos? y ¿a donde vamos?. Esas son las preguntas que hay que responder antes de meterse en debates estériles sobre si tenemos un lateral derecho de nivel o si se deben perdonar las andanzas nocturnas de los jugadores.
¿Quienes somos?: El Valencia es un club que ha conquistado varios títulos nacionales e internacionales, que en la década anterior vivió su momento de esplendor con dos títulos de liga, dos finales de champions, una Supercopa, una UEFA y una Copa del Rey. Además en 2004 fue el mejor equipo del mundo, no lo digo yo, en la foto lo podréis comprobar.
¿De donde venimos?: venimos de sufrir el mayor batacazo económico de la historia del club. Juan Soler arruinó al mejor equipo del mundo y lo dejó al borde de la desaparición. Idas y venidas de presidentes acabaron por darle la presidencia a Manuel Llorente por mediación de Bancaja (ahora Bankia), que no es otra cosa que el mayor acreedor del Valencia y quien realmente fiscaliza y controla el devenir del club.
En esa tesitura, la prioridad es que el banco cobre lo suyo y para que ello suceda hay que vender activos, pero en fútbol los activos también son los jugadores y la venta de las estrellas supone una pérdida de caché que repercute en los ingresos por publicidad, taquilla, etc ; además de la perdida de competitividad que supone el hecho de pasar de una plantilla llena de jugadores de primer nivel a otra plagada de promesas por explotar y jugadores que por circunstancias varias no se pueden vender a otros clubes.
¿A donde vamos?: en la actual situación y dado que el presidente no está por la labor de darle un giro a la gestión del club, el equipo seguirá navegando entre la quinta y la tercera posición en liga (dependiendo siempre de los problemas de At. Madrid, Sevilla o Villarreal), buscando reducir el coste de la plantilla y vendiéndole al aficionado la ilusión de hacer algo grande en Europa cuando realmente son muy conscientes de que la brecha entre el Valencia y el resto de equipos grandes de Europa cada vez es mayor.
Así pues, el aficionado valencianista tiene dos opciones, creer en su equipo como quien compra un décimo de lotería y espera que un día le toque o abrir los ojos y darse cuenta que de aquel equipo campeón ya no queda nada y que los objetivos ahora son los de un equipo de segundo nivel. Hasta el mismo Unai, entrenador de segundo nivel, lo dijo anoche, en referencia a los objetivos del equipo en la Europa League, sobre la que afirmó que en dicha competición el Valencia si que puede aspirar a conquistarla.
Es decir, mientras se devalúa la plantilla y se reduce la deuda de Bankia, al aficionado se le vende que las aspiraciones son las mismas de antaño el presidente presiona públicamente al entrenador para que consiga algo más que la tercera posición, sin embargo, todos sabemos que Unai no puede hacer crecer más a este equipo, por sus propias limitaciones y por las de la plantilla. No hay más cera que la que arde y el proyecto no puede dar más rendimiento que el que a día de hoy le da a los directivos de Bankia.
Y este es el punto en que planteo una nueva pregunta:
¿hacia donde deberíamos ir?
Estoy seguro de que muchos de los aficionados que cada partido se dejan el alma animando al equipo, convendrán conmigo que el único camino posible es el de la recuperación del prestigio perdido y ello pasa por reestructurar el club desde sus cimientos. No basta el plan de austeridad de Llorente porque dicho plan limita la capacidad de ingresos y por tanto impide el crecimiento. Hay que buscar nuevas vías de rentabilidad para que el club salga de la lenta muerte agónica a la que se le ha condenado.
La afición ya sabe que estamos inmersos en una travesía en el desierto de la que no sabemos cuando vamos a salir, son conscientes de que tardaremos en volver a celebrar un título y por eso, la derrota de Londres no ha sido ni mucho menos lo dolorosa que fue aquella de 2007 ante el mismo rival en el mismo escenario y en la misma competición.
Llorente ha conseguido que la exigente afición del Valencia asuma que no va a ganar. Pero de ese descenso a las miserias deberíamos sacar algo bueno, algo que no se limite a reducir la deuda en un cinco o un diez por cien cada ejercicio sino algo positivo en cuanto a estructura del club y modernización de la escuela y del organigrama general de la entidad.
La escuela de Paterna debería estar dando frutos; en periodos de crisis es mejor sacrificar cinco millones de euros de un fichaje innecesario y destinarlos a dar un salto de calidad en las bases que, al fin y al cabo deben ser la fuente de la que se nutra el equipo y aprovechar estos años de sequía de títulos para ir creando una auténtica escuela de fútbol de primer nivel, con profesionales de primer nivel y con rastreadores de jóvenes talentos que sepan lo que se traen entre manos. El objetivo debería situarse en conseguir que el once de cada domingo esté compuesto por un mínimo de 5-6 jugadores titulares salidos de Paterna y con calidad para optar a llegar a la selección nacional.
La venta de los terrenos de Mestalla. No existe ningún indicador que diga que en la próxima década se vayan a revalorizar dichos terrenos. Por eso, el Valencia debería centrarse en negociar con Bankia y conseguir una dación en pago, es decir, que Bankia se quede los terrenos por impago de la deuda y que con dicha expropiación el club quede liberado de la deuda.
La eliminación automática de la deuda debe servir para obtener créditos que permitan la inmediata finalización del Nuevo Mestalla y con ello abrir, de una vez por todas, la vía de la obtención de nuevos ingresos por explotación del terciario.
La internacionalización de la imagen del club, la obtención de mayores derecho televisivos (cambiar la posición que mantiene Llorente por una que reivindique un reparto más justo) son otros de los frentes que el Valencia debería abordar para cambiar esta dinámica de economía depresiva en la que nos vemos inmersos y de la que no hay signos visibles que hagan pensar en un próximo cambio de rumbo.
Todo ello pasaría por algo urgente e imprescindible: la democratización verdadera del club poniendo a disposición del aficionado el paquete de acciones que mantiene retenido la Fundación y que le da el control absoluto de la situación a Manuel Llorente y por ende a Bankia. Mientras esta circunstancia no se de, el destino del club será el de ir menguando año a año.
Ahora, amigo lector, supongo que te darás cuenta el por qué de no querer hablar hoy ni de Unai, ni de Miguel, ni otros temas que a la postre solo están ahí para hacernos perder de vista el autentico problema que no es otro que la actual gestión del club y sus gestores.
Ahora mismo estamos pasando la peor crisis económica de nuestra historia, una pésima gestión nos llevó la ruina, y recuperarnos de ese bache nos va a llevar tiempo y paciencia. Nos costará recuperarnos, tanto en lo deportivo como en lo económico.
ResponderEliminarEn una época de austeridad como ésta, la cantera debería tener más protagonismo. Gracias a ella ya conseguimos salir de la fuerte crisis que tuvimos en los años 80 y que incluso nos costó bajar a segunda divisón. Sin embargo, lejos de que el Mestalla nutra de jugadores al primer equipo, el VCF B se encuentra en segunda b con más pena que gloria.
A pesar de todos los problemas que tenemos, no podemos olvidar que somos un grande de España y de Europa, y por lo tanto deberíamos apostar por proyectos fuertes y ambiciosos, sin olvidar nuestras limitaciones. Me gustaría que nos posicionaramos claramente en contra del actual reparto televisivo, es inadmisible que permitamos que continue esta farsa.
En definitiva, el Valencia CF necesita un cambio de rumbo ya, salir de la mediocridad y el conformismo en el que nos hemos sumergido y comenzar a respetar nuestra historia e identidad.