Que malo es creerse bello

Narciso acostumbraba a pasar las mañanas junto al estanque, observaba su rostro en el reflejo de las aguas, disfrutaba deleitándose con su particular belleza, se sentía único, hermoso como ningún otro jóven de la época.

Cuando algún pez removía las aguas del estanque, su rostro se deformaba, se desencajaba entre las onduladas aguas del estanque, para segundos después desaparecer.

Narciso enfadado, lejos de comprender que aquel movimiento de los peces bajo el agua era algo natural, léjos de comprender que el era quien debía adaptarse al movimiento o estancamiento de las aguas, optaba por lanzar piedras sobre el estanque. Narciso estaba convencido de que apedreando a todos los peces del lugar las aguas volverían a reposar tranquilas y consecuéntemente su belleza volvería a brillar sobre las entonces aguas tranquilas del estanque.

Pero el efecto que se producía era el contrario, los peces, léjos de morir se revelaban, agitaban más y más las aguas provocando una mayor deformidad en el rostro de un Narciso que lo único que conseguía era blasfemar cada vez mas fuerte y ver como su hermosura se transformaba en un rostro monstruoso que provocaba rechazo en cuantos le rodeaban.

Del mismo modo se comporta el holandés cuando se empeña en despreciar a sus jugadores, en apedrearles o en hacerles responsables de cuanto diluye su imagen de estrella del futbol mundial. Koeman se siente hermoso, adora su belleza y no soporta que las aguas revueltas no resalten su hermosura. El holandés no duda en apedrear a una plantilla que al sentirse en permanente peligro se agita removiendo las aguas más aún.

Narciso no llegó jamás a entender cual era el ciclo vital del estanque, sus movimientos y su reposo. El holandés tampoco. Jamás lo entenderá.