El Valencia ya no depende de si mismo. Si los de Valverde quieren jugar la próxima champions tendrán que ganar a la Real Sociedad, al Málaga y además esperar que los primeros pinchen. La distancia de cuatro puntos, a falta de siete jornadas, puede ser mucho más significativa de lo que algunos puedan creer.
La forma con la que los vascos solventan sus compromisos da a entender que serán escasos los puntos que se dejen por el camino de aquí al final de la temporada. Si el Valencia pinchase ante ellos o ante los de Pellegrini, puede ir despidiéndose de la cuarta plaza.
Al gran estado de forma de los chicos de Montanier les ha llevado a creer que la champions es posible, algo que no acaban de demostrar los de Valverde. El Valencia muestra signos de debilidad atrás y falta de contundencia arriba. Cuando solventa sus partidos con victoria lo hace de forma agónica. La afición valencianista ha visto fútbol a ráfagas, momentos de buen nivel fútbol y de fútbol intenso, pero no ha conseguido ver 90 minutos de buen juego de los suyos. Las lagunas durante los partidos están evitando que el equipo acabe de dar ese salto necesario para alcanzar la cuarta posición.
La inestabilidad social no debería afectar al equipo, pero parece que está afectando. La labor psicológica de Valverde con el equipo debe ir en aumento. El técnico valencianista tiene la obligación de hacer un ejercicio de abstracción, olvidarse de los factores extradeportivos y transmitirle a la plantilla la motivación necesaria para que estos siete encuentros restantes seas siete finales.
El Valencia se juega la vida en este tramo final del campeonato. Harían bien los desestabilizadores en aparcar los temas sociales durante unas semanas y dedicarse a hacer valencianismo, a remar en una única dirección. Mande quien mande, la próxima temporada será mucho más complicada si la champions no pasa por Mestalla. Lo dicho, toca remar en una única dirección.
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