Pasan los días y el futuro del VCF sigue en el aire. Desde que Bankia cerró el plazo de recepción de ofertas por la adquisición del club, el pasado día 15, las noticias son confusas y el recelo entre las partes aumenta a medida que transcurre el tiempo.
El aficionado valencianista empieza a estar cansado de tanto oscurantismo. Las negociaciones se están llevando en secreto, aún así, las filtraciones se producen, de forma interesada, por todas las partes. Filtraciones verdaderas o simples rumores, el aficionado no tiene manera de saberlo, que solo buscan inclinar la balanza de la opinión pública hacia un lado u otro.
En este show esperpéntico al que estamos asistiendo, las caretas van saltando una a una y, con el paso de los días estamos asistiendo a una guerra de medios que, lejos de responder al interés informativo al que se deben, están ejerciendo el servilismo más repugnante, desinformando y mal-informando, con el único objetivo de hacerle el trabajo sucio a quien les dio y promete darles de comer.
El aficionado valencianista debería, no dudo que lo está haciendo, darse cuenta de una cosa; el VCF no es Amadeo Salvo y no es Peter Lim, pero tampoco es Bankia, ni Llorente, ni Rodrigo Rato, ni Villalonga; ni siquiera es la Generalitat. El Valencia es un club casi centenario que ha perdido prestigio a raudales, gracias sobre todo a los nefastos dirigentes que ha tenido y a los dirigentes políticos que han gobernado durante estos años, que se han servido del club y de su imagen mientras han podido y que, cuando el muñeco se ha roto, no han dudado en maltratarlo y pisotearlo.
Estamos como estamos y no nos queda más que asistir a la función como meros espectadores cabreados, dolidos porque sabemos que, sea cual sea la resolución, nosotros somos quienes saldremos perdiendo. El Valencia necesita un dueño con solvencia económica que liquide la deuda del club, que finalice las obras del estadio, que sea capaz de darle una salida al solar del viejo Mestalla pero que, sobre todo, de estabilidad y apoye un proyecto deportivo coherente, sin estridencias, con trabajo constante y con el objetivo claro de volver a ser lo que el VCF siempre fue, un club con reconocimiento europeo y capaz de enfrentarse a los más fuertes mirándoles a los ojos.
En esta batalla nadie conoce a nadie. Ciscar, que le abrió las puertas de la presidencia del club y de la Fundación a Amadeo Salvo y Aurelio Martínez, está del lado de Bankia porque, desde que se rebelaron y decidieron no acatar las instrucciones políticas, no quiere que estos continúen en sus cargos. Bankia, que había prometido refinanciar la deuda del club y que después cambió de postura, no quiere saber nada de Salvo porque se sacó de la manga la oferta del magnate Peter Lim y ello les obliga a encontrar una oferta que supere la del de Singapur cuando, al parecer, tenían intención de adjudicar el club a un fondo de inversión con intereses en Bankia y con la maniobra de Salvo la oferta tiene que ser sensiblemente superior a lo inicialmente previsto.
Estamos pues ante una lucha de intereses en la que nadie dice la verdad, ni siquiera medias verdades. Todos juegan sus cartas como más les conviene y el aficionado asiste absorto a este espectáculo sin saber lo que en realidad le conviene al club. Así es, nadie conoce a nadie y por eso, personalmente, no pondré la mano en el fuego por nadie. Solo el tiempo dará y quitará razones, pero por el camino algo ha quedado claro, en este caso, la prensa está sirviendo de bien poco a los intereses de la información propiamente dicha. Que pena
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