El Valencia sumó una nueva derrota en liga, esta vez ante el Sevilla CF. Una derrota que sirve para aumentar la dramática estadística que el equipo tiene ante los grandes desde la llegada de Unai Emery, hace ya dos temporadas y media. El Valencia ha sumado tan solo un punto de los 36 disputados ante equipos de los primeros puestos de la tabla.
En cuanto a la racha negativa actual, un punto de los últimos doce disputados dan la medida de la misma y si bien hay a quien no le interesa hablar con claridad aquí, como es norma, diré lo que pienso, que no es otra cosa que estamos viviendo un momento de crisis deportiva de la que veo difícil salir si no se toman medidas drásticas.
El partido comenzó a perderlo el Valencia con la baja de Banega. El único jugador capaz de crear juego y dar consistencia a la medular valencianista se quedaba en casa por un exceso nocturno, tras la celebración del cumpleaños del entrenador, que acabó con el jugador con más alcohol en la sangre del que un deportista de alta competición puede justificar, hecho que supuso que el argentino se quedase en Valencia recuperándose de lo que nosotros llamamos resaca y que en el club han decidido bautizar como simple gastroenterits.
El segundo hachazo lo asestaba Iturralde González. El ínclito de turno se inventaba, en el minuto 25 de partido, una roja al turco Topal que solo él vio y que nadie puede entender. Dejó al equipo en inferioridad durante 65 minutos, con el marcador empatado a cero, con el clarísimo perjuicio que ello supone.
El tercer golpe llegó minutos después con la lesión de Cesar y el espectáculo incomprensible e innecesario que el portero dio antes de ser sustituido en el descanso del encuentro negándose a ser sustituido, abroncando al médico al tiempo que animaba a un Guaita que, ante tal situación, lo más normal es que sus nervios fuesen in crescendo.
Era de esperar que, durante el descanso, Unai Emery optase por reforzar el centro del campo, bien con Albelda o con Tino Costa, dependiendo de el atrevimiento o la agresividad que se le quisiese dar al equipo. Lo que no esperábamos nadie es que Unai se quedase impasible ante la clara inferioridad en la que el centro del campo ché se había quedado, únicamente con Fernándes como encargado de la creación y la destrucción.
Con este panorama lo lógico era que el Sevilla, con el paso de los minutos, se fuese haciendo con el mando del encuentro, como así fue. Manzano vio la pasividad de Unai, introdujo a Negredo y este abrió el marcador.
Con el marcador en contra y en inferioridad, la entrada de Albelda quedaba descartada, era necesario crear juego y eso, de los disponibles, solo podía aportarlo Tino Costa. Pero Unai no ve el fútbol como el común de los mortales, siguió en sus trece, sin mover ficha y cuando lo hizo fue para sustituir a Mathieu e introducir en su lugar a Jordi Alba. Un cambio que no cambiaba nada y que facilitaba las cosas a un Sevilla que está muy lejos de ser el equipo que no hace mucho asustaba a los grandes.
El segundo llegó por un despiste de Alba, más preocupado de mirar hacia arriba que de guardar la espalda. Pero no nos equivoquemos, Jordi Alba no fue el culpable dela falta de ambición que el equipo y el entrenador demostraron, los problemas son mucho más profundos que un simple despiste puntual de un defensa. Con el 2-0 el equipo acabo de entregar la cuchara, si no lo había hecho ya.
La posterior rueda de prensa con Unai atribuyendo toda la responsabilidad de la derrota al error de Iturralde, dejaba a las claras que la palabra autocrítica no está ni en el diccionario del entrenador ni en el de una plantilla que, con el paso de las jornadas, se está acomodando y lo que es peor, acostumbrado a las derrotas.
El Valencia queda así a nueve puntos del Madrid, a seis del Villarreal y fuera de las posiciones que dan derecho a disputar la champions league. Todo ello unido al ambiente enrarecido por el affaire Banega, hace que el entrenador esté de nuevo en el disparadero y que a día de hoy, nadie pueda asegurar que Emery se pueda comer el turrón en Valencia.
Creo sinceramente que ha llegado el momento de que Manuel Llorente de un paso adelante y se reuna con la plantilla. A este equipo hay que meterlo en cintura, sancionar con ejemplaridad a quienes no respondan con rectitud al reglamento de régimen interno y exigir de forma contundente mayor disciplina, seriedad, entrega y compromiso durante los partidos.
En cuanto al entrenador, parece que necesita que Llorente le tire de las orejas cada semana; en cuanto que le da algo de margen, este vuelve a las andadas siendo permisivo en exceso con la plantilla y tomando decisiones difíciles de explicar durante los partidos.
Existe una palabra que define a la perfección la situación por la que el Valencia CF está atravesando, no es otra que “crisis”, aunque a muchos no les interese, por distintas razones, pronunciarla aún. Lo harán cuando la voz de su amo lo ordene, pero puede que entonces sea demasiado tarde.
Pero que nadie lo dude, el responsable último de esta situación no es otro que Manuel Llorente que renovó a un entrenador al que no le ha dado autoridad en ningún momento y que desde hace dos años está desacreditado ante la plantilla. Así nos luce el pelo, a los que aún lo conservamos.